Roma, 8 de diciembre de 2024
Prot. n. PG054/2024
“Y aquel Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1,14). Roma, 8 de diciembre de 2024
Prot. n. PG054/2024
Queridos Hermanos y toda la Familia de San Juan de Dios,
El anuncio del Apóstol nos sorprende, ha sucedido algo nuevo en la historia: Dios ha querido implicarse
más de cerca con toda la humanidad, especialmente con los más frágiles, con los que sufren y con los necesitados, para dar a todos consuelo y esperanza. Su lenguaje de ternura, de amor gratuito y de misericordia sin límites le ha permitido llegar a todos los hombres, incluso a los más alejados, y con su iniciativa de amor supera todos los deseos.
Las decisiones de Dios siempre nos sorprenden. Él, “El Misterio que había estado oculto desde los siglos y edades” (Col 1, 26), se manifestó en una gruta o en un simple establo, porque no había sitio para ellos en la casa: así nació en el tiempo el Rey de reyes, el Verbo unigénito del Padre, el Salvador del mundo. Depositado en un pesebre, entre paja y animales. Un parto de emergencia, para salir del paso. Con José y María, lejos de su casa. Habían tenido que abandonar Nazaret, en el norte de Palestina, y descender al sur, a
causa del censo que había mandado realizar el emperador de Roma – ese sí, grande y poderoso, que gobernaba desde sus ricos y lujosos palacios. José y María ni siquiera encontraron un lugar donde alojarse en Belén, después de afrontar un viaje sin duda alguna difícil. Por desgracia, a pesar de que hayan transcurrido dos mil años de historia cristiana, seguimos siendo testigos de violencia, de dolor y de indiferencia que parecen prevalecer sobre el poderoso mensaje de salvación y amor que Dios nos confió con su nacimiento.
Queridos todos, la experiencia de pobreza, de humildad y entrega que nos enseñó Jesús fue asumida por nuestro Fundador San Juan de Dios, que aún hoy nos invita a permanecer fieles al mandato de cuidar de los más frágiles: los enfermos, los pobres marginados y los necesitados.
El modo de actuar de Dios en Navidad también nos muestra el camino que estamos invitados a elegir y recorrer con audacia; nos indica claramente qué caminos debemos recorrer para continuar la obra de Juan de Dios cuidándonos unos a otros, preocupándonos por cualquier persona que sufra y esté necesitada.
Como dije en mi discurso de clausura del LXX Capítulo General, “… en un mundo que cambia a una velocidad sin precedentes, es esencial volver a la fuente de nuestro compromiso. El mensaje del Evangelio y el ejemplo de nuestro Fundador nos invitan a un radicalismo audaz y a una sencillez radiante. Para ello, es necesario recurrir diariamente a una vida espiritual auténtica, alimentada por la oración, el
discernimiento y el apoyo fraterno. Juntos, vivamos el espíritu de nuestra consagración bautismal y religiosa, para que cada una de nuestras acciones lleve la huella del amor del Verbo.
Que el espíritu de la Santa Navidad abra nuestros ojos y nuestros corazones y les permita ver las nuevas formas de vulnerabilidad y sufrimiento para emprender acciones eficaces y coherentes con el carisma de Juan de Dios. No podemos pasar de largo frente a los hombres; nuestra atención debe centrarse en los que tienen problemas de salud mental, los más marginados, los sin techo y los que se encuentran al final de la vida. Nuestra atención debe distinguirse no sólo por la humanidad, sino también por la humildad y la profundidad espiritual, en el respeto de la dignidad y la libertad de cada persona. Juntos, hermanos y colaboradores laicos, el futuro de nuestra Orden dependerá de nuestra capacidad para encarnar los principios y valores de la hospitalidad con valentía, respeto, inclusión y determinación. Que el Espíritu Santo nos ilumine y nos fortalezca, para que en cada acto de nuestra misión resplandezcan el amor y la hospitalidad de Cristo.
Queridos hermanos, esta Navidad el Santo Padre, el Papa Francisco, abrirá el Jubileo Ordinario de 2025. En la Bula de Convocación: “Spes non confundit“, “la esperanza no defrauda” (Rom 5,5), el Papa pretende que la esperanza sea el mensaje central del Jubileo. También nosotros, como Familia de Juan de Dios, queremos encender y mantener viva esta esperanza cristiana que brota del amor y del corazón rasgado de Jesús, amor del que se alimentó San Juan de Dios para tener ojos misericordiosos y dar esperanza a quienes se cruzaban en su vida. Hagamos que la hospitalidad que compartimos Hermanos y Colaboradores, ilumine de esperanza nuestras realidades asistenciales y las fecunde con el bien.
En mi nombre y en el del Gobierno General, deseo a toda la Familia de San Juan de Dios y a todas las personas atendidas en nuestros Centros y a sus familias una Feliz Navidad y un Próspero Año Jubilar 2025.