“La caridad es el origen y la meta del camino cristiano, y vuestra presencia, realidad concreta de ‘amor en acción’, nos ayuda a no olvidar la ruta, el sentido de lo que hacemos”. Se lo dijo esta mañana el papa Francisco a quienes están en primera línea del amor y la gratuidad, a los representantes de algunos centros asistenciales y caritativos de Portugal”
“Los pobres son el tesoro de la Iglesia, son los preferidos de Dios. Y, entre ellos, recordemos que no debemos hacer distinciones. Para un cristiano, en efecto, no hay preferencias ante el necesitado que llama a nuestra puerta, ya sean connacionales o extranjeros, pertenecientes a un grupo o a otro, jóvenes o ancianos, simpáticos o antipáticos”, les dice en un discurso que finalmente no pudo leer porque “no me funcionan los reflectores”
4 agosto, 2023
Nuevamente el cariño de los fieles llevó en volandas hasta la parroquia y centro sociocaritativo al Papa. El papamóvil se detenía en las estrechas calles del barrio para que Francisco tocase y bendijese a los bebés que le alzaban las madres a su paso. Tras escuchar algunas de las historias de los presentes, todo en un ambiente muy familiar, a la vez que emotivo, de parroquia que sabe y vela por sus vecinos, Francisco vertebró sus palabras contándoles también él otra, la de un viejo y conocido compatriota, la de un tal Juan Ciudad, luego convertido en Juan de Dios, a quienes muchos tomaron por un loco y, lo que en realidad tenía, era una locura por Dios y por sus hijos, sobre todo los más desvalidos.
Una historia en la que, al final, acabaría concretándose en una forma de actuar que el Papa fundamentó en tres aspectos: hacer el bien juntos, actuar concretamente y estar cerca de los más frágiles.
“No somos una enfermedad o un problema -le dijo Francisco a un auditorio que en buena parte sí se habñia podido sentir asnillo en algún momento-. Cada uno de nosotros es un don, un don único —con sus límites—, un don valioso y sagrado para Dios, para la comunidad cristiana y para la comunidad humana. Entonces, así como somos, enriquezcamos el conjunto y dejémonos enriquecer por el conjunto”.
“No perder el tiempo en lamentaciones”
Desde ahí, invitó a “actuar concretamente”, porque “cuando no se pierde tiempo en lamentarse de la realidad, sino que nos preocupamos por afrontar las necesidades concretas, con alegría y confianza en la Providencia, ocurren cosas maravillosas”.
Y lo ejemplificó volviendo la mirada hacia lo que le rodeaba y hacia quienes le rodeaban: “Lo atestigua vuestra historia -les dijo-. Del cruce de miradas con un anciano en la calle nace un centro de caridad integral, como este en el que nos encontramos; de un desafío moral y social, la ‘campaña por la vida’, nace una asociación que ayuda a las madres y a las familias que esperan un bebé, así como a niños, adolescentes y jóvenes en dificultad, para que encuentren un proyecto de vida seguro”.
Al llegar a este punto, al Papa, que se le veía incómodo y lento en la lectura de su discurso, optó por sincerarse: “No puedo seguir leyendo, porque no me funcionan los reflectores, y no es cuestión de forzar la vista”, les dijo, en comenzó ahí una pequeña reflexión-catequesis, tan del gusto de Bergoglio.
“El amor que yo siento, ¿es concreto o abstracto? ¿Le tengo asco a la pobreza de los demás? ¿Uso la vida destilada que existe en la fantasía, pero no en la realidad? ¡Cuántas vidas destinadas, inútiles, que pasan por la vida sin dejar huella! Y aquí tenemos una realidad que deja huella, una realidad de tantos años, que es inspiración para los demás”, prosiguió
“No podría existir una JMJ sin tener en cuenta esta realidad, porque ustedes, con este compromiso, con este ensuciarse las manos, están generando vida y se lo agradezco de toda corazón. ¡Sigan adelante y no se desanimen! ¡Y si se desaniman, tomen un vaso de agua y sigan delante!”, concluyó el Papa su intervención.