Hno. Francisco Javier Palacios Cabello
Nació en Torrijo del Campo (Teruel) el 7 de diciembre de 1859.
Murió en Malvarrosa de Valencia el 15 de julio de 1936 (un mes antes de que estallara la guerra civil española).
Sin entrar aun a la vida religiosa, Francisco Javier supo practicar una hospitalidad sensible e integral, y su estilo de vivir la fe, su compromiso para con los pobres y necesitados eran conocidos no sólo en su ciudad natal sino en toda la región. Reunía a niños y adolescentes y les enseñaba el catecismo, ayudaba con sus limosnas a muchos necesitados y nada le impidió jamás vivir una vida religiosa coherente en la que se desprendía su devoción a la Virgen y a los misterios eucarísticos.
Al fallecer su madre, a la que apoyó y asistió hasta su muerte, el 25 de junio de 1889 empezó el Noviciado y emitió la Profesión Simple como Hermano de san Juan de Dios el 28 de junio de 1890. Convencido de su vocación, pero al mismo tiempo con un gran deseo de humildad y sencillez, retrasó la Profesión Solemne hasta 1919, fecha en la que el Superior Provincial no quiso escuchar más razones y le hizo emitir la Profesión Solemne el 8 de diciembre del 1919. El día 15 de ese mismo mes y año, durante el Capítulo Provincial, fue elegido Superior de Valencia.
Desempeñó su servicio en la Orden en Valencia, Barcelona y Sevilla con varios cargos, entre otros el de sacristán que le permitió decorar, gracias a su talento artístico, los objetos y paramentos litúrgicos. Pintó el magnifico claustro de la casa de Barcelona, enriqueciéndolo además con numerosas plantas y flores. Fue un limosnero incansable tanto que se decía de él que había “comprado con las limosnas todos los ladrillos del Asilo de Valencia”. Por todas partes encontraba puertas abiertas y corazones generosos.
El Siervo de Dios encontraba en la capilla su “fuente de energía” para realizar sus actividades de hospitalidad. Su fe inmaculada y su labor inagotable, la fiabilidad de su comportamiento, sus obras de caridad, su dedicación sin reservas al trabajo cotidiano, eran demostración de ello.
Su ocupación principal era, sin embargo, la Hospitalidad, la asistencia a los enfermos, donde puso todo su corazón, amándolos como a Cristo mismo; los trataba con gran delicadez y entre ellos encontraba su mayor honor y gloria. Los instruía, los aconsejaba, los curaba, rezaba por y con ellos, se divertía con ellos y los sacaba a pasear. Servir a los enfermos era su mayor aspiración y ningún sacrificio le parecía demasiado grande.
Murió santamente, tal y como había vivido, y cuando lo sepultaron, dentro y fuera de su comunidad comentaron: “Era un santo en vida y ahora está con Dios”. Siguiendo el estilo del Fundador San Juan de Dios, el Hno. Francisco Javier vivió una Pobreza serena, una Castidad creativa, una Obediencia edificante y una Hospitalidad desinteresada.