Venerable Hno. Antonio de Santiago
Protagonista en 1641 del segundo feliz intento de implantarse en Filipinas, su último cargo fue el de administrador de la Hacienda Buenavista, donde el 14 de abril de 1665 murió, víctima de una incursión de un tribu negra que bajó de los montes para saquear alimentos; golpeado por una flecha, se quedó apoyado al tronco de un árbol al que acababa de trepar un negrito de diez años, el cual, viendo que el religioso permanecía de rodillas a los pies del árbol, pensó ingenuamente que se había quedado ahí de vigía y no se movió de allí hasta que, a los dos días, la gente de la granja descubrió al religioso muerto; al ver al negrito subido al árbol, lo cogieron y lo llevaron a Manila, donde poco tiempo después, al haber sido instruido en nuestra Fe, recibió el Santo Bautismo. El Hno. Antonio, por lo tanto, tras haber ofrecido por años salud física a tantos enfermos, al final de su vida logró con su sangre brindar una oportunidad de salud espiritual al asustado negrito.
Venerable Hno. Lorenzo Gómez
Enviado en misión sanitaria a la Provincia de Ilocos, cayó en una emboscada que le tendió una tribu de Tinguianos, bajados de los montes para hacer una razzia y que el 7 de enero de 1702 le quitaron la vida a golpe de flechas.
Venerable Hno. Juan Antonio Guémez
También él fue asesinado a golpe de lanza el 13 de mayo de 1731 por una tribu de Ladrones durante una de sus frecuentes incursiones en la Hacienda Buenavista. Su muerte suscitó una profunda consternación tanto por la crueldad y perfidia de los asesinos como por las cualidades que resplandecían en esta persona, lleno de celo en el cumplimiento de sus deberes.